Cuento: La Pareja Perfecta

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Sentados en la plaza del pueblo, dos viejos amigos conversan mientras observan a varias parejas sentadas en el césped.

-Entonces, ¿nunca pensaste en casarte? – preguntó el primero.

-Lo pensé, pero nunca llegué a casarme. – respondió el segundo. -Cuando era joven, me decidí a buscar a la mujer perfecta.

Tras esgrimir una leve mueca, el hombre continuó diciendo:

-Cuando fui a las costas, encontré a la mujer más bella que jamás había visto, pero no conocía de las cosas materiales de la vida ni era muy espiritual.  Cuando fui a lo más alto de la montaña, conocí a una mujer muy bonita y con un intenso interés por lo espiritual, pero no le daba importancia a las cosas materiales o a lo que ocurría en el mundo. Seguí andando y llegué a la ciudad, donde tropecé con una mujer muy linda y rica, pero no se preocupaba del aspecto espiritual. Seguí andando y al llegar a las praderas hallé a una mujer que tenía un gran mundo espiritual y apreciaba el mundo material, pero no era bonita. Seguí buscando y en uno de mis viajes tuve la oportunidad de cenar en la casa de una joven bonita, espiritual y conocedora de la realidad material, era la mujer perfecta.

Se produjo un breve silencio, que dejó escuchar el profundo suspiro de aquel hombre.

– ¿Y por qué no te casaste con ella? – preguntó el amigo.

-¡Ah, querido amigo mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.

Muchas de las personas que nos hemos casado, luego del enamoramiento, esa etapa en la que nuestra pareja es perfecta, porque el cóctel de hormonas que inunda nuestro torrente sanguíneo nos deja «ciegos» a algunos aspectos del otro, llegamos a un punto en el que nos enfadamos porque nuestra pareja no es perfecta.

Si no cumple con lo que ha prometido, nos enfadamos.

Si no es justo el reparto de las tareas del hogar, nos enfadamos.

Si no quieren ir de viaje, nos enfadamos.

Si quieren ir mucho de viaje, nos enfadamos.

Si se la pasan limpiando, nos enfadamos.

Si no limpian tanto como nos gustaría, nos enfadamos.

Si se pasan la tarde con los niños haciendo las tareas, nos enfadamos.

Si no hacen las tareas con los niños, nos enfadamos.

Si para ahorrar no gastan en determinadas cosas, nos enfadamos.

Si por la familia, gastan en determinadas cosas, nos enfadamos.

Muchos, muchísimos de los conflictos que se dan en una relación de pareja tiene en su origen la «idealización» que hemos hecho de nuestra pareja, tanto de la persona, como de lo que consideramos que «debería» ser una relación.

El problema no es gastar más o gastar menos, no es limpiar más o limpiar menos, sino nuestra actitud ante determinadas situaciones que siempre se dan en una relación de pareja. El problema es ir acumulando enfados, o ir soltándolos sin ser conscientes de lo que esta actitud puede provocar en nuestra relación!!

Hablando en «términos generales», hombres y mujeres tenemos actitudes diferentes. Por lo general, la mujer habla más, expresa más lo que no le gusta, y eso puede hacer que su pareja tenga la impresión de que no es feliz o de que todo le sienta mal. Y por lo general, el hombre calla, no expresa en el momento cuando algo no le agrada, y lo va acumulando, como gotas que van llenando un vaso. Obviamente, cada relación es diferente, porque cada persona es diferente, y lo que es «habitual» en una pareja, puede ser completamente al revés en otra. Estamos hablando de conductas, de malos hábitos que van dañando nuestras relaciones de pareja.

No, nunca seremos perfectos. Ni ellos, ni nosotras. Entonces, ¿para qué llevar una lista mental de todo lo que el otro no hace como yo esperaba que hiciera? ¿Para qué callar todo lo que no nos gusta, sin darle a la otra persona la posibilidad de conocernos mejor?  Nos olvidamos que somos diferentes, que precisamente esas diferencias son los motivos por los que nos hemos elegido y que no debemos aspirar a cambiar al otro, sino a conocerlo, respetarlo y aprender de nuestras diferencias.

NO existen personas perfectas, y por lo tanto, tampoco existen relaciones perfectas. Pero si existen personas que aprenden a conocerse, que aprenden a respetar las diferencias, que pueden dialogar incluso sobre temas en los que no están de acuerdo, sin querer convencer al otro de que tienen la razón. Me gusta decir que mi relación no es perfecta, sino que continuamente, día a día, la vamos perfeccionando, aprendiendo de nuestros errores, hablando sobre lo que a cada uno nos gusta o nos disgusta, sin tomarlo como algo personal.

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La «ilusión» de perfección del otro no es el único problema grave que amenaza la continuidad de nuestras relaciones. La rutina, centrar nuestra atención en el trabajo, la casa, los problemas o los niños,  sin darnos tiempo de calidad y sin hablarnos en los 5 lenguajes del amor, es una amenaza mayor. Ingenuamente creemos que nuestra relación será perfecta siempre, que nada puede amenazarnos porque nos amamos, que si cada vez nos encontramos menos en la intimidad  es normal, porque hay niños, que si cada vez nos damos menos tiempo para estar solos, como novios, es normal, porque ya no lo somos…  Y luego de meses de rutina, (o años) lejanía en lo emocional y en lo sexual, conflictos por tonterías…. puede llegar la crisis de los 40 y sacudir nuestra vida dejando nuestra realidad patas arriba…

Si analizamos las estadísticas de divorcios, podemos ver como la mayoría de las parejas que se separan llevaban más de 15 años juntas y tienen en torno a los 40 años. ¿Eran personas incompatibles, muy diferentes? ¿Se llevaban mal, no eran felices y el único camino era el divorcio? NO. NO puedo estar de acuerdo con eso, porque semana tras semana trabajo con personas que logran que sus matrimonios sigan adelante, a pesar de las crisis. Personas que desean aprender a conocer y comprender sus errores, para cambiar y mejorar. Personas que están dispuestas a aceptar que no son perfectas pero que pueden tener actitudes nuevas y renovar así su matrimonio.

Incluso cuando una sola de las partes quiere mejorar la relación, incluso cuando la otra parte cree que su problema es su pareja, podemos hacer cambios que le hagan dudar de su punto de vista y comprender que el problema no es la persona, sino los errores que ambos cometemos. Una relación tiene dos responsables, al 50%, y si uno buscar hacer su parte al 100%, estamos en el camino para tener una relación que se vaya perfeccionando día a día.

¿Trabajamos juntas?

Viki Morandeira

Coach Personal

Restaurando Matrimonios.